EL TRABAJO ES ORACIÓN. SIMONE WEIL

Me ha gustado esta entrevista, valiente, sencilla, clara. No basta con gestos. Está muy bien el nuevo talante, pero tendrá que empezar pronto a ir tomando decisiones, lo mismo que las tomaron otros en perjuicio de la inmensa mayoría, que las tome para el bien y la participación de todos. No están mal las observaciones de comentafotos. En efecto, se percibe cierto envaramiento en el pontífice. Las acusaciones han llegado hasta él, desde muchos puntos.
No son cuatro en una esquina, hay datos, documentos, muchos damnificados y mucha pelea. En algo se tiene que empezar a notar. Cierta incomodidad con los hipócritas al menos. El que quiere informarse hoy en día se informa. Aunque nos llamen de todo. Lo dicho dicho está.
Y corroborado.
Que no será fácil quitárselos de encima, estamos con él. Pero no imposible. Seguro que hay muchos otros dispuestos a ocupar los puestos vacantes que pueden ir dejando los hipócritas expertos en autocolocarse y colocar.

De momento la maquinaria vaticana se nota que sigue engrasada a lo suyo. Hay muchas sombras en ese pontificado, desde el inicio y antes. De las que he leído y escrito largo y tendido, harta estoy de repetirme. Todos los que siguen esta actualidad católica saben quien lo puso, a quién debía el trono, y quién manejó su barca. A la vista están las quejas. A la vista está la opinión de la mayoría harta de inquisición.
Por ello lamento la cobardía del que se arredra y se retira por tan poca cosa. Señor Arregi, vigile su blog e introduzca la moderación de comentarios, pero no se retire del ruedo. Por un suplantador al que se le podía caer el pelo si usted quisiera. Jamás los opusinos se achantan por tan poco. Esa es la diferencia. Van a por todas, a cargarse a la gente. Y si ven que te arredras, cargan todavía más. Me ocurrió algo parecido hace unos años. Y lo dije públicamente, "no soy yo la que está comentando en religión digital con mi nombre y apellido". Punto y final.

Voy a copiar unos párrafos de esta mística del siglo XX que me han emocionado. No llegó a bautizarse,  ni falta que le hacía. Qué propuesta tan auténtica. Que forma tan bonita de revivificar la fe, de hacer obra de Dios. Con esos consejos a los curas que se ocupan de las parroquias en el campo, donde están las gentes que procuran el alimento a todos. Hoy cultivar la tierra no tiene como principal función alimentarnos. Hoy sembrar lechugas tiene una finalidad crematística, hacer dinero. Con lo cual la religión sobra. No hay religión, porque las actividades humanas pierden su sentido de servir a conservar la vida, a hacerla mejor y más digna. Sólo nos ocupamos de amasar riqueza. No creo que Escrivá leyera esta propuesta de la Weil, siempre ocupado redactando reglas, reglitas, normas, normitas y su propia mitobiografía.




El texto se titula "El cristianismo y la vida rural"

 Por cierto que después de leer estas palabras, profundas, sencillas, tan del corazón al corazón, que cualquier persona puede entender, me sale un ¡toma sacerdocio de la mujer! No hace falta ir al seminario ni vestir alzacuellos ni, ni, ni... para tener un auténtico espíritu de fe. Y estas inspiradas palabras lo demuestran.


"Un pueblo cristiano es un pueblo en el que se va a misa el domingo y se prohíbe decir juramentos a los niños.
El hastío es la lepra moral que corroe el campo en nuestra época. Los campesinos tratan de remediarlo concentrando su atención en la acumulación de dinero, o con la búsqueda febril del placer cuando llega el domingo.
Para concentrar en unas horas la intensidad de placer que permita atravesar el desierto de seis días de hastío, es casi indispensable recurrir al alcohol y a los excesos.
Se dice que el trabajo es una oración. Decirlo es fácil, pero de hecho no es cierto sino en determinadas circunstancias que pocas veces se dan en la realidad.
Sólo unas asociaciones de ideas convenientes, arraigadas en lo más hondo del espíritu por emociones intensas, permiten al pensamiento meditar en Dios, sin ni siquiera palabras interiores, a través de los gestos del trabajo.
Sería tarea de la Iglesia suscitar esas emociones y provocar esas asociaciones. Sin embargo, apenas se hace.
Cristo consideró oportuno dar un cariz netamente agrícola a una gran parte de la enseñanza. Pero no se repara en ello; para la atención que a esta circunstancia se presta, lo mismo daría que se hubiera abstenido de hacerlo.
La mayor parte de las parábolas relacionadas con la agricultura no figuran en la liturgia del domingo. Esta liturgia no guarda relación con la sucesión de las estaciones del año. El elemento cósmico, tal y como es comúnmente vivido, está tan ausente del cristianismo que se podría olvidar que el universo ha sido creado por Dios. Ahora bien, el campesino no puede estar en contacto con Dios más que por medio del universo. ...

Habría dos reformas fáciles de llevar a cabo.
Los curas de los pueblos deberían leer y comentar en misa un fragmento del evangelio, además y después del que impusiera la liturgia, que tuviera relación con las faenas de la época, siempre que fuera posible establecer tal relación; deberían también aconsejar a los campesinos que pensasen en ello mientras trabajan.

Así en tiempo de siembra, la parábola del sembrador y, sobre todo, las palabras "si el grano no muere..."



Cuando el trigo empiece a brotar la parábola del trigo y la cizaña. En los pueblos en los que se hace el pan en las casas, la comparación de la levadura con el reino de los cielos, cualquiera de los días en que se hace el pan. En los pueblos de viñedos, durante el período de la poda de la viña, lectura y comentario del pasaje de san Juan "yo soy la vid y vosotros los sarmientos". Se puede volver sobre ello durante todo el invierno sin agotar el tema. ....

En las comarcas ganaderas, todas aquellas parábolas que hagan referencia al pastor y los rebaños. En primavera todos los pasajes en que se hace alusión al cordero
En época de fiestas cuando las gentes se invitan mutuamente, las parábolas referentes a banquetes e invitados.
En las comarcas de bosques donde haya habido accidentalmente un incendio, comentario de la parábola: "Vine a traer fuego a la tierra y cuanto deseo ya que arda"....

Se trata de transformar la vida cotidiana en una metáfora con significado divino, en una parábola. Una parábola es un relato referente a cosas materiales que encierra un significado espiritual. Así, "si el grano no muere.."
Si se reemplazan estas palabras por el objeto aludido, acompañado del mismo significado, la metáfora adquiere una fuerza mucho mayor. Así la visión del grano que se hunde en la tierra, si el campesino que siembra es capaz de ver en este hecho el alma carnal (el hombre viejo) que muere por el renunciamiento para resucitar como nueva criatura de Dios.
Para un sembrador que actuase así, las horas de siembra serían horas de oración tan perfectas como las de cualquier carmelita en su celda, y esto sin que el trabajo sufriese por ello, puesto que su atención estaría dirigida a la propia faena....

Otro pensamiento que debería desarrollarse a menudo es que, al margen de la eucaristía, hay otra circunstancia en la que el pan se convierte en sangre de Cristo. Es cuando se le da a un desdichado en un momento de compasión pura. Cristo dijo. "Tuve hambre y me disteis de comer..." En consecuencia, el pan recibido, comido y digerido por un hombre que tiene hambre se convierte en carne de Cristo.


Aparte de las ocasiones en que da un campesino santifica su trabajo si, al trabajar, es feliz pensando que fabrica un alimento que apaciguará el hambre de los hombres. Fabrica para otros carne y sangre sacrificando su carne y su sangre.




Sin embargo, su energía vital consumida en el trabajo no sirve para producir directamente el trigo y la uva, sino solamente para realizar las condiciones exteriores en las que estos alimentos pueden ser producidos. Lo que los produce es el agua y la luz que desciende del cielo.
El trigo y la uva son la energía solar fijada y concentrada por mediación de la clorofila; por ella, la energía misma del sol entra en los cuerpos de los hombres y los anima.
La luz del sol siempre ha sido considerada la imagen más adecuada de la gracia de Dios, de la iluminación del Espíritu Santo que impregna el alma. Cantidad de textos litúrgicos comparan a Cristo con el sol.
Así como Cristo se encarna en la eucaristía para ser comido por nosotros, así también la luz del sol se cristaliza en las plantas para ser comida por nosotros. Por eso todo alimento es una imagen de la comunión, una imagen del sacrificio por excelencia, a saber la encarnación de Cristo.
El campesino es el servidor de esta gran obra, Prepara el terreno en que el sol se cristalizará en materia sólida para alimentar a los hombres(...)

Todos los perseguidos por la justicia tienen un lazo especial con Cristo, pues él es el condenado por el delito común por excelencia. Inocente, y por eso más apropiado para ser hermano de los culpables (....)

Me vienen a la memoria algunos pasos de este blog, allí por el año 2008, cuando algunos defensores de la causa se burlaron de mí por trabajar en un pueblo y etc...¿Se comprende ahora por qué digo que esta gente es falaz hasta en lo que ni ellos mismos saben? Me refiero al comentario de Borjamari en este post.


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
José Biedma L. ha dicho que…
Pones el acento en el trabajo agrícola, estacional. Haces bien.
Los ciudadanos de Utopía están obligados a trabajar en el campo por turnos y además aprenden al menos un oficio útil. Así, al no haber ociosos ni parásitos, pueden trabajar como mucho seis horas y dedicar el resto del tiempo a placeres honestos. Tomás Moro fue un santo y también un sabio.
Pero yo voy ahora más al sentido religioso de la contemplación de la belleza natural, muy presente en la mística de Juan de la Cruz. La misma Simone Weil, habla de la belleza como revelación: "La inteligencia no encuentra allí nada que afirmar o negar", y sin embargo, si no capta ninguna verdad, encuentra en la belleza su alimento. El misterio de la belleza es así, en la naturaleza y en las artes, un reflejo sensible del misterio de la fe ("Carta a un religioso", Trotta, 1998, pg. 51).

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