MAS SOBRE EL ORIGEN DE LA INQUISICIÓN CASTELLANA



 Después de 15 años me mandan a las supernumes de Jaén a comentar, no tenéis hartazgo....

MAS SOBRE EL ORIGEN DE LA INQUISICIÓN CASTELLANA
primero, española después, (mi lectura de JL Villacañas, Historia del poder político en España, pp. 231ss)

También se podía titular “De cómo se pasó de la Reales y católicas deudas a la Inquisición castellana”

En fin, lo de siempre y no diréis que no recuerda, mucha ortodoxia religiosa
pero en el fondo lo que estaba en juego con nuestra pertenencia era la pasta,
la pasta que la persona aporta por familia o/y por trabajo,

la pasta que se ahorran teniendo individuos que trabajan o infrapagados o gratis, por el techo y la comida, a destajo “por Dios”, sin cotizar a la seguridad social y totalmente vendidas y entregadas, atadas de pies y manos, encantadas de su entrega a la obra de Dios.
Y la pasta que se ahorran por muchos otros conceptos por los que los ciudadanos de a pie, “gente corriente”, tenemos que pagar a toca teja. No me creo que sus supercasas, super por número de metros cuadrados y barrios en los que se sitúan, tengan precio proporcional al precio pagado por el que va con su pobre nómina a pedir una hipoteca al banco, es decir a pedir una soga al cuello de por vida. “Pobre” frente a su capitalón, la pobreza es relativa.Y qué azar que los más prestigiados y prestigiosos de los banqueros y financieros tengan vocación. Por eso digo que les harán un precio, o se harán precios entre ellos. El todo es estar “en la pomada” en la que no estamos el pueblo llano y plebeyo, sin título ni toisón.

Qué lástima da España, cuanta inconsciencia y siesta. Somos un país muy desgraciado.

Pero entro ya en materia:
Resultado de imagen de reyes católicos
Isabel y Fernando

El viaje de los reyes católicos a Andalucía fue deslumbrador, Alonso de Palencia nos cuenta como quedaron fascinados por sus ciudades, sobre todo por Sevilla. Este viaje ocurría entre 1479 y 1480. Arruinados, cargados de deudas y gastos –por su culpa, por su culpa, por su gran culpa de guerrear- quedaron sorprendidos por la riqueza que acumulaban Sevilla y Córdoba, ciudades en las que no había entrado el poder regio desde la época de Pedro I. Con el carisma de la victoria, sintiendo que el viento de la historia estaba con ellos, se entregaron a la reforma con intensidad. Reconocieron a las ciudades su independencia militar y administrativa, organizaron la Santa Hermandad o policía de distrito y también milicia urbana.

Continuó el impuesto de la alcabala pero la monarquía se apropió de los mayorazgos de las órdenes militares, se vinculó al sector exportador de la lana.
Los jóvenes reyes lograron reducir la deuda pública con una quita importante a la que acudieron todos los nobles, incluidos los más cercanos, como los filoconversos Manrique y Mendoza.
El contable de la operación fue el converso Hernando de Talavera, un jerónimo que  pronto será confesor de la reina.

Los reyes canalizaron la energía hacia la empresa clave de una nueva época: la toma de Granada, tras la pérdida de Constantinopla a manos de los turcos, los reyes cristianos tenían que resarcirse. Castilla y Aragón se unían en la creencia de que tras Granada vendría el norte de Africa y llegarían a Jerusalén haciendo escala en Sicilia y Nápoles.

Así fue como los reyes católicos, una vez que habían acabado con la violencia que hundía sus raíces en la propia ilegitimidad de la dinastía Trastámara, reconstituyeron toda la fuerza aragonesa y castellana apuntando al reino nazarí. Sin embargo, quedaba un pequeño problema, un detalle: la financiación de la empresa. Hacía falta disponer de recursos, no simplemente haberse librado de pagar las deudas. El pacto con las ciudades implicaba que estas no financiarían como antiguamente. Sólo se les ocurrió un recurso:

lanzar una Inquisición que tuviera efectos expropiatorios generales sobre los conversos.

En las duras negociaciones que se dieron hacia 1478 para que el papa Sixto IV diera la bula de fundación del tribunal que asestaba un golpe de muerte a la jurisdicción de la iglesia católica se consiguió el objetivo de manera impropia gracias al corrupto cardenal Rodrigo de Borja. El papado arrepentido dijo que “la Inquisición castellana iba en contra de los decretos de los santos padres y de nuestros predecesores y de la observancia común.”
Si se trataba de pureza de la fe ¿por qué no se entregaba el tribunal a la Iglesia? ¿por qué no se usaba la vieja inquisición de Aragón? ¿Por qué fundar una nueva forma inquisitorial que daba la autoridad acerca de la fe a los juristas del rey? ¿Por qué se tenían que extremar los efectos confiscatorios del tribunal, rompiendo las tradiciones de las reglas eclesiásticas y las normas de justicia tradicionales, que extrapolaba las penas a las familias enteras y que violaba las costumbres y las leyes antiguas, los privilegios y los fueros de las comunidades? ¿por qué la culpa se lanzaba sobre el linaje y no sobre los individuos? El papa se respondía a sí mismo: ¿no sería más bien por ambición y por ansia de bienes temporales que por celo de la fe y de la verdad católica o por el temor de Dios?

La acumulación de poderes inquisitoriales en manos de los oficiales del rey fue la primera reforma de la Iglesia moderna, que abrió el camino de autoafirmación de los reyes a costa de la Iglesia, como en Inglaterra. Castilla con esta Inquisición arruinó la forma de gobierno eclesiástico pura, aprovechó la debilidad del papado y la venalidad del cardenal Borja para asestar la puntilla a la iglesia católica, que ya no tendría fuerzas para reformarse.

Las consecuencias fueron numerosas aunque no se vieran en 1482. Se pensaba que era una medida puntual, diseñada para acabar con el problema converso de las grandes ciudades de Andalucía. Era un mundo converso en contacto con comunidades judías, que impresionó a los castellanos antiguos por el sincretismo de una religión configurada desde el libre curso de la vida social. Nadie pensaba en llevar la Inquisición a la vieja Castilla, donde las élites conversas llevaban un siglo asentadas en una fidelidad comprobada al servicio del rey.

Algunos se resistieron y quejaron, Pulgar escribió contra los delatores anónimos, Hernando de Talavera pidió que no se asaltara la fe de los buenos cristianos. Aragoneses, catalanes, valencianos lucharon contra lo que arruinaba su legislación y libertades. Pero sin éxito, mientras duró la guerra de Granada la presión por terminar con la presencia islámica acalló las protestas.

Pero lo que empezó por ser medida pasajera se convirtió en constituyente. Lo que se acogió con sorpresa y disciplina pensando en que pronto pasaría se convirtió en la más profunda constitución de España.
Los conversos que habían apoyado a la realeza vieron con estupor como ésta se dirigía contra ellos, sus más fieles apoyos. El desconcierto fue grande sobre todo en Andalucía.

Pero la fundación de la Inquisición no fue solo un asunto regio. Había también inquietud por la reforma de la iglesia desde el concilio de Basilea. El aristotélico Martínez de Osma que fundó escuela en Salamanca llegó a impugnar la fundación evangélica de la confesión.
Una verdad como un templo por otra parte, (invención de monjes irlandeses…) en 1480 el arzobispo de Toledo formó tribunal para juzgar la obra de Osma y quemarla, Hubo de retirarse de la docencia.

Se temía que la nueva religiosidad producida desde las aulas que había prendido en la nobleza castellana conectara con el pueblo. Se vio que los conversos tenían un liderazgo moral, económico, intelectual ¡abajo con ellos!, tan típico y característico de aquí que ya cansa decirlo…
Por tanto se inició una encarnizada lucha entre la monarquía que se financiaba deteniendo y despojando conversos, y los dominicos y franciscanos, que veían competencia intelectual en los conversos.

No nos hemos movido de ahí en 500 años.

El atroz desmoche de 1939 fue una repetición punto por punto de estos hechos.

La predicación popular se impuso frente a la universidad y el saber converso, el mestizaje, la renovación, la evolución….buen hachazo al progreso de los tiempos.
La predicación popular se completó con la Inquisición puesta en manos de jueces de extracción hidalga y plebeya. Ya en el juicio y chamusquina de la obra de Osma apareció un nombre que durara en estas faenas hasta Felipe II, el dominico Diego de Deza.

A todo esto el que presidía o preside la Fundación Francisco Franco era un supernume historiador cuya especialidad primera, como no podía ser de otra manera, son los reyes católicos.

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